A la otra, a Martina, es a quien le ocurren las cosas. Yo soy social, salgo con mis amigos, con quienes comparto prácticamente todo. En cambio, Martina es esa que le gusta caminar sola, estar en su mundo, conversar con ella misma. Me gusta leer, escuchar música, viajar, salir, observar... La otra comparte estas preferencias pero lo hace de manera diferente, no lo demuestra, ya que la vida la obligó a cerrarse; construyó un muro para que nadie pudiera entrar a sus sentimientos. Es una persona fría, la mayoría de las veces no trasmite nada. Yo tengo una familia muy unida que me da todo lo que necesito, con los que sé que cuento siempre para todo. Martina también la tiene, sólo que no lo aprovecha, se cree lo suficiente independiente, prefiere solucionar las cosas a su forma y no contar con nadie más que ella. Tiene su propio mundo, es callada y tranquila. En eso yo soy muy diferente, cuando estoy en un lugar que no sea mi casa, siempre estoy con una sonrisa, preocupandome porque los demás estén bien, intentando levantar su ánimo, su autoestima, haciéndoles pasar un buen momento. Pero Martina anda con una sonrisa que no es de ella, una sonrisa falsa, en donde oculta su dolor, sus pensamientos y sentimientos más oscuros.
Yo he de quedar en Martina, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco más con sus preferencias y me veo reflejada, de cierto modo, en su vida. Hace años vengo tratando de liberarme de ella y pasé de estar con amigos a encontrarme sola en una habitación resistiendo, siendo fuerte, pero esos juegos son de Martina y tendré que idear otras cosas más positivas para mi vida. Así, mi vida, es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o de la otra.
No sé cual de las dos escribe esta página.
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